Alumnos del IES de Puntagorda reciben en Tenerife el primer premio del proyecto educativo Recicl-ARTE por su trabajo “Jefe Seattle”


El pasado lunes 7 de junio, el alumnado de 4º ESO del IES Puntagorda recibió en Tenerife el primer premio en la categoría de secundaria para el proyecto educativo Recicl-ARTE, actividad del Gobierno de Canarias dirigida a promover y a concienciar sobre la protección y mejora del medio ambiente y la importancia de la correcta gestión de los residuos, fomentar la creatividad en actividades relacionadas con áreas y materias que permitan que el alumnado vincule los contenidos curriculares con los problemas ambientales que preocupan a la sociedad.

Los trabajos reconocidos pueden verse en este enlace.

En representación del alumnado del IES Puntagorda asistieron dos profesoras a buscar el premio, Graciela Janet Hernández Rodríguez (profesora de Educación Plástica, Visual y Audiovisual) y Cristina Camacho Acosta (coordinadora del Eje de Educación Ambiental y Sostenibilidad).

Consideran que dar visibilidad a este proyecto, animará al alumnado a seguir participando y formando parte de manera activa en actividades que como estas nos hacen reflexionar sobre la importancia que tiene en nuestras vidas cuidar del medio ambiente.

Para la actividad han realizado una obra de arte de 80×80 usando la técnica de filigramas de papel enrollado dando una segunda vida a material escolar en desuso.

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Han representado de esta manera la cara del Gran Jefe Seatlle, que lleva además el título de la obra. Esto lo han hecho después de haber trabajado en clase la carta que el Gran Jefe Seatlle envió como respuesta al presidente de Estados Unidos en 1854, cuando envío una oferta para comprar la gran extensión de tierras donde habitaban.

La carta del Gran Jefe Seattle se ha considerado a través del tiempo como uno de los más bellos y profundos manifiestos a favor de la defensa del medio ambiente.

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En la foto de la entrega del premio, las profesoras mencionadas anteriormente, junto al Director General de Ordenación, Innovación y Calidad,  D. Mauricio González Rodríguez Delegado en Canarias de la Fundación Bancaria La Caixa y D. Mariano León Ojeda Gestor Sociocultural de la Fundación CajaCanarias.

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Carta del Gran Jefe Seattle

De de  la tribu de los Swamish, a  Franklin Pierce Presidente de los Estados Unidos de América.   

En 1854, el Presidente de los Estados Unidos de América, Franklin  Pierce, hizo una oferta por una gran extensión de tierras en el noreste de los  Estados Unidos, en la que vivían los indios Swaminsh, ofreciendo en  contrapartida crear de una reserva para el pueblo indígena. La respuesta del  Jefe indio Seattle, que trascribimos a continuación, ha sido considerada, a  través del tiempo como uno de los más bellos y profundos manifiestos a  favor de la defensa del medio ambiente. 

El Gran Jefe de Washington envió palabra de que desea comprar  nuestra tierra. El Gran Jefe nos envía también palabras de amistad y  buena voluntad. Apreciamos mucho esta delicadeza porque sabemos la  poca falta que le hace nuestra amistad. Vamos a considerar su oferta,  pues sabemos que, de no hacerlo, el hombre blanco vendrá con sus  armas de fuego y tomara nuestras tierras. El Gran Jefe de Washington  puede confiar en la palabra del Gran Jefe Seattle, con la misma certeza  que confía en el retorno de las estaciones. Mis palabras son inmutables  como las estrellas del firmamento.

¿Cómo se puede comprar o vender el cielo o el calor de la tierra?,  esta idea nos parece extraña. 

Si no somos dueños de la frescura del aire, ni del brillo del agua,  ¿Cómo podrán ustedes comprarlos? 

Cada pedazo de esta tierra es sagrado para mi pueblo, cada aguja  brillante de pino, cada grano de arena de las riberas de los ríos, cada  gota de rocío entre las sombras de los bosques, cada claro en la arboleda  y el zumbido de cada insecto son sagrados en la memoria y tradiciones de  mi pueblo. La savia que recorre el cuerpo de los árboles lleva consigo los  recuerdos del hombre piel roja. 

Los muertos del hombre blanco olvidan la tierra donde nacieron  cuando emprenden su paseo por entre las estrellas, en cambio nuestros  muertos, nunca pueden olvidar esta bondadosa tierra, pues ella es la  madre del hombre piel roja. Somos parte de la tierra y ella es parte de  nosotros. Las flores perfumadas son nuestras hermanas, el venado, el  caballo, el gran águila, todos son nuestros hermanos. Las escarpadas  montañas, los húmedos prados, el calor de la piel del potro y el hombre,  todos pertenecemos a la misma familia. 

Por esto, cuando el Gran Jefe Blanco de Washington manda decir  que desea comprar nuestra tierra, pide mucho de nosotros. El Gran Jefe  Blanco nos dice que nos reservará un lugar donde podamos vivir  cómodamente. El se convertirá en nuestro padre y nosotros en sus hijos.  Por lo tanto, nosotros vamos a considerar su oferta de comprar nuestra  tierra. Pero eso no es fácil, ya que esta tierra es sagrada para nosotros.

Esta agua cristalina que escurre por los riachuelos y corre por los  ríos no es solamente agua, sino también la sangre de nuestros  antepasados. Si les vendemos la tierra, ustedes deberán recordar que ella  es sagrada, y deberán enseñar a sus hijos que ella es sagrada y que los  reflejos misteriosos sobre las aguas claras de los lagos hablan de  acontecimientos y recuerdos de la vida de mi pueblo. El murmullo del  agua de los ríos es la voz del padre de mi padre. Los ríos son nuestros  hermanos, ellos calman nuestra sed. Los ríos llevan a nuestras canoas y  nos dan peces para alimentan a nuestros hijos. Si les vendemos nuestras  tierras, ustedes deberán recordar y enseñar a sus hijos que los ríos son  nuestros hermanos y también los suyos, y por tanto deberéis tratar a los  ríos con la misma dulzura con que se trata a un hermano. 

Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestro modo de  vida. Tanto le importa un trozo de nuestra tierra como otro cualquiera,  pues es un extraño que llega en la noche a arrancar de la tierra aquello  que necesita. La tierra no es su hermana, sino su enemiga y una vez  conquistada la abandona, y prosigue su camino dejando atrás la tumba  de sus padres sin importarle nada. Roba a la tierra aquello que pertenece  a sus hijos y no le importa nada. Tanto la tumba de sus padres como los  derechos de sus hijos son olvidados. Trata a su madre, la tierra y a su  hermano, el cielo, como cosas que se pueden comprar, saquear y vender,  como si fuesen corderos o collares que intercambian por otros objetos. Su  hambre insaciable devorará todo lo que hay en la tierra y detrás suyo  dejaran tan sólo un desierto. 

Yo no entiendo, nuestro modo de vida es muy diferente al de  ustedes. La sola vista de sus ciudades apena los ojos del piel roja. Tal vez  sea por que el hombre piel roja es un salvaje y no comprende nada. No 

existe un lugar tranquilo en las ciudades del hombre blanco, ni hay sitio  donde escuchar como se abren las flores de los árboles en primavera, o el  movimiento de las alas de un insecto. Pero quizás también esto se deba a  que soy un salvaje que no comprende bien las cosas. El ruido de las  ciudades parece insultar los oídos. Y yo me pregunto, ¿ qué tipo de vida  tiene el hombre si no puede escuchar el canto solitario del chotacabras,  ni las discusiones nocturnas de las ranas al borde de un lago?. Soy un  piel roja y nada entiendo. Nosotros preferimos el suave susurro del viento  sobre la superficie del lago, así como el olor de ese mismo viento  purificado por la lluvia del mediodía, o perfumado por la fragancia de los  pinos. 

El aire es algo precioso para el piel roja, ya que todos los seres  comparten el mismo aliento, el animal, el árbol, el hombre, todos  respiramos el mismo aire. El hombre blanco no siente el aire que respira,  como un moribundo que agoniza durante muchos días es insensible al  hedor. Si les vendemos nuestras tierras deben recordar que el aire es  precioso para nosotros, que el aire comparte su espíritu con la vida que  sostiene. El viento que dio a nuestros antepasados el primer soplo de vida,  también recibió de ellos su último suspiro. Si les vendemos nuestras  tierras, ustedes deberán conservarlas sagradas, como un lugar en donde  hasta el hombre blanco pueda saborear el viento perfumado por las flores  de las praderas. 

Queremos considerar su oferta de comprar nuestras tierras. Si  decidimos aceptarla, yo pondré una condición: el hombre blanco debe  tratar a los animales de esta tierra como a sus hermanos. Soy un salvaje y  no comprendo otro modo de vida. He visto miles de búfalos pudriéndose  en las praderas, abandonados allí por el hombre blanco que les disparo desde el caballo de hierro sin ni tan solo pararlo. Yo soy un salvaje y no  comprendo como el humeante caballo de hierro pueda importar más que  el búfalo al que nosotros solo matamos para poder vivir. ¿Qué sería del  hombre sin los animales? Si todos los animales fuesen exterminados, el  hombre también perecería de una gran soledad de espíritu, pues lo que  ocurra a los animales pronto habrá de ocurrirle también al hombre.  Todas las cosas están relacionadas entre si. 

Deben de enseñarle a sus hijos que el suelo que pisan son las  cenizas de nuestros antepasados. Digan a sus hijos que la tierra está  enriquecida con las vidas de nuestro pueblo, a fin de que sepan respetarla.  Es necesario que enseñen a sus hijos, lo que nuestros hijos ya saben, que  la tierra es nuestra madre. Todo lo que ocurra a la tierra, le ocurrirá  también a los hijos de la tierra. Cuando los hombres escupen en el suelo,  se están escupiendo así mismos. Esto es lo que sabemos: la tierra no  pertenece al hombre, es el hombre el que pertenece a la tierra. . Esto es lo  que sabemos: todas las cosas están ligadas como la sangre que une a una  familia. El sufrimiento de la tierra se convertirá en sufrimiento para los  hijos de la tierra. El hombre no ha tejido la red que es la vida, solo es un  hilo más de la trama. Lo que hace con la trama se lo está haciendo a sí  mismo. 

Nuestros hijos ha visto como sus padres eran humillados mientras  defendían su tierra. Nuestros guerreros han sentido vergüenza, y ahora  pasan sus días ociosos, mientras contaminan sus cuerpos con comida  dulce y agua de fuego. Importa poco donde pasaremos el resto de  nuestros días, no son demasiados. Unas pocas horas, unos pocos  inviernos y ninguno de los descendientes de las grandes tribus que  alguna vez vivieron sobre esta Tierra, estarán aquí para lamentarse sobre las tumbas de una gente que un día tuvo poder y esperanza. Ni siquiera el  hombre blanco, cuyo Dios pasea y habla con él de amigo a amigo,  quedará exento del destino común. Quizás seamos hermanos a pesar de  todo, ya se vera algún día. Sabemos una cosa que quizás el hombre  blanco tal vez descubra algún día, el Dios nuestro y el de ustedes es el  mismo Dios. Ustedes creen que Dios les pertenece, de la misma manera  que desean que nuestras tierras les pertenezcan, pero no es así. Él es el  Dios de todos los hombres y su compasión se extiende por igual entre los  pieles rojas y los caras pálidas. 

Esta tierra es preciosa, y despreciarla es despreciar a su Creador y  se provocaría su irá. También los blancos se extinguirán, quizás antes  que todas las otras tribus. Contaminan sus lechos y una noche perecerán  ahogados en sus propios desechos. Ustedes caminan hacia su destrucción  rodeados de gloria, inspirados por la fuerza del Dios que los trajo a esta  tierra y que por algún designio especial les dio dominio sobre ella y sobre  el piel roja. Ese destino es un misterio para nosotros, pues no entendemos  porqué se exterminan los búfalos, se doman los caballos salvajes, se  impregnan los rincones secretos de los densos bosques con el olor de  tantos hombres y se obstruye la visión del paisaje de las verdes colinas  con un enjambre de alambres de hablar. 

  

¿Dónde está el matorral? Destruido 

¿Dónde esta el águila? Desapareció 

  

Es el final de la vida y el inicio de la supervivencia.

 


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