- Del 19 de junio al 14 de agosto de 2015. Espacio Cultural CajaCanarias. Plaza de España, 3. Santa Cruz de La Palma.
“El canto a la tierra” nos permite realizar una nueva lectura de La Colección de Arte CajaCanarias para indagar en nuestras raíces, en cómo los artistas canarios persiguieron la imagen de nuestra identidad a través del arte. Estas obras costumbristas presentes en nuestra Colección, comienzan con la pintura vitalista de Néstor de la Torre y su sensual “Mujeres con mantón”.
La pintura regionalista en Canarias se consolidó a partir de la obra luminista de Romero Mateos, que recuperó esa nostalgia por la tierra, replicando a su maestro Sorolla, para ofrecernos una visión idealizada que vinculaba la alegría del trabajo con las labores del campo. Romero Mateos ponía el énfasis en esa conexión de la mujer y el hombre con la naturaleza que, por entonces, empezaba a perderse.

“Las lecheras de Tenerife”, 1904, de Ángel Romero Mateos (Cádiz, 1875 – Tenerife, 1963) Tras su formación en la Academia de Bellas Artes de Cádiz, recibe sus lecciones más decisivas de Sorolla y ejerce su actividad de manera discontinua pues permanece inactivo durante cuarenta años (1909-1949). Su obra inicial de carácter costumbrista, realista y fuertemente academicista contrasta con la posterior, donde recogerá las influencias de la luz y el trazo del maestro levantino. En Lecheras convierte un tema de la realidad insular en una escena de belleza y tipismo que complacerá la demanda de la burguesía liberal canaria que volvía los ojos al pueblo.
Esta visión costumbrista, influyó en artistas posteriores como Aguiar o Pedro de Guezala. La estética hedonista de este periodo dominó el primer medio siglo, mientras que los artistas adscritos a la Escuela Luján Pérez, entre los que encontramos las obras tempranas de Juan Ismael, encaminaban sus pasos hacia una figuración crítica que dio paso al movimiento indigenista presente en la obra de Santiago Santana. A partir de ese momento, esa búsqueda de nuestras señas de identidad dejó atrás la algarabía placentera de Romero y de Guezala, para reflejar la introspección y el cansancio sereno, acaso la melancolía y la nostalgia que devasta la vida de los campesinos que dibuja Manolo Millares en los años 50.
El vientre del planeta es el lugar de donde Manuel Bethencourt toma la materia magmática, la bomba volcánica, para elaborar sus cabezas y, de esta forma, desvelarnos que estamos constituidos por sus mismos mimbres, que sus leves y pesados hijos forman parte de este canto, pues una vez aprendieron a celebrar la belleza de la Tierra.
Horario:
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