La Casa Principal de Salazar será utilizada como nuevo espacio escénico en Santa Cruz de La Palma.
Según declaraciones de la Consejera de Cultura del Cabildo Insular de La Palma, María Victoria Hernández Pérez a esta redacción, la Casa Principal de Salazar nos brindará un nuevo espacio escénico en Santa Cruz de La Palma. Además de las habituales exposiciones y charlas que se celebran actualmente en sus instalaciones, se podrá disfrutar de otro tipo de eventos como representaciones y obras de teatro.
La primera medida será la retirada del pozo que se encuentra en el patio central del edificio, pozo que no formaba parte de la estructura original del inmueble y que fue añadido en la restauración del mismo. En estos momentos se están localizando las baldosas originales que taparían el hueco dejado por el pozo.
La Consejera también nos comenta que este nuevo espacio, a corto plazo, contaría con un escenario desmontable alquilado, para su utilización en obras de teatro, danza y conciertos. Un escenario que se podrá retirar cuando no sea necesario conservando la utilidad de La Casa Principal de Salazar como se ha venido haciendo hasta ahora como centro expositivo, con el valor añadido de contar con un amplio patio utilizable también para diversos actos al aire libre.
Antes de que este proyecto se lleve a cabo, tendremos oportunidad de disfrutar del teatro en el inmueble el próximo 29 de Marzo, ya que los alumnos de La Escuela de Teatro Pilar Rey tienen prevista la puesta en escena de la aclamadísima obra de Yasmina Reza, “Arte”.
Todos hemos oído hablar de la Casa Salazar, o del Palacio Salazar, como popularmente es nombrado, pero ¿conocemos realmente su historia, sus rincones? Para descubrir todos los detalles de esta emblemática vivienda nos hemos puesto en contacto con Victor Correa, de Patrimonio Histórico de Santa Cruz de la Palma para que nos ayude a realizar una ruta virtual por cada una de sus instalaciones.
Con el nombre de Casa Principal de Salazar se conoce la vivienda más importante que la familia Salazar, originaria del valle de Burgos, llegaría a poseer en La Palma. Otras haciendas, casi todas dedicadas al cultivo de la vid, se ubicaron en los municipios de Breña Alta y Breña Baja. Sin embargo, por el porte de su fachada, labrada en cantería insular, y por las dimensiones que alcanza el edificio hacia su costado, el inmueble ha recibido popularmente el sobrenombre de Palacio Salazar.
Tal y como la vemos hoy, la casa fue edificada por don Ventura de Frías Salazar, primer miembro de la familia de su apellido que la poseyó. La vivienda originaria, anterior a ésta, había sido heredada por doña Leonor de Sotomayor, esposa de don Ventura, tras el fallecimiento de sus padres, el opulento señor del cultivo azucarero don Pedro de Sotomayor Topete y su mujer, doña Jerónima Vandale de Senfts.
La mansión fue levantada por don Ventura entre 1631 y poco después de 1642, cuando en Canarias comienza el apogeo del periodo barroco. Ello explica que la fachada que contemplamos se distinga del resto de las de la calle —con la excepción de la casa Sotomayor, perteneciente a los suegros de don Ventura— por hallarse fabricada en materiales basálticos, fáciles de explotar en una isla de naturaleza volcánica como es La Palma. Construida a base de sillares y otros elementos labrados, esta fachada, de líneas elegantes, supone, antes que nada, la asunción en La Palma de algunos de los elementos más característicos del estilo barroco: fustes helicoidales en sus dos pares de columnas, ambos frisos decorados con rosetas, balcón central con antepecho de hierro forjado y remate superior en frontón partido, donde se aloja el escudo de Salazar, en mármol, compuesto por trece estrellas de oro sobre campo de gules (o rojo).
Hoy en día, la Casa Principal de Salazar es propiedad del Excmo. Cabildo Insular de La Palma, que procedió a la rehabilitación del inmueble, convertido ahora en centro cultural de la isla. En sus instalaciones se celebran congresos, reuniones de trabajo y exposiciones itinerantes a lo largo de todo el año.
El acceso de entrada a la casa se fundamenta en el tradicional zaguán de la arquitectura doméstica de Andalucía y Castilla, las dos principales regiones peninsulares que protagonizaron la hora de la colonización en La Palma a finales del siglo XV. A cada lado, se abre un cuarto, originalmente con acceso al exterior a través de una puerta que hoy sustituyen sendas ventanas de guillotina. Estas habitaciones, que parecen buscar la calle, invadirla, también llamadas lonjas, jugaron un papel fundamental en la economía cotidiana de los propietarios que vinieron a ocupar la casa a lo largo de los siglos; en tiempos de don Ventura de Salazar, en el XVII, se almacenaron vinos de malvasía y azúcares que luego se exportaron a América y Europa; a finales del siglo XIX, vendía al por menor sus mercadurías textiles y de ferretería don Juan Yanes García; y, a principios del siglo XX, tras la compra de la casa por la empresa británica Elder and Dempster Limited, se gestionaría entre estas cuatro paredes el futuro estallido de la exportación de un nuevo monocultivo: el plátano, que, desde el modesto puerto de Santa Cruz de La Palma, viajó hasta las principales ciudades de Inglaterra y Europa.
[Entramos en el patio, junto al pozo]
Una vez más siguiendo los modelos constructivos de Andalucía y Castilla, en su interior, la casa se articula a partir de un patio central de planta rectangular, en el cual lo primero que llama la atención al visitante es la imponente riqueza de la carpintería. Corredores, escaleras, barandas y antepechos, pies derechos y casi todos los pavimentos de la segunda, tercera y cuarta planta están tallados en una de las maderas más genuinas de los bosques palmeros. La madera del pinar, en el que habita el Pinus canariensis, pino canario o pino de Canarias, especie endémica del Archipiélago, que se singulariza porque, con la edad, el corazón de los troncos se endurece, dando lugar a la creación de la tea, también llamada madera enteada o ateada, y que en las hablas de las Islas ha propiciado la formación del verbo entearse (‘ponerse algo duro como la tea’) y del adjetivo enteado (‘duro como la tea’ y, dicho de las personas mayores, ‘fuerte y sin achaques’). La belleza de los bosques del pinar palmero, donde algunos ejemplares pueden llegar a alcanzar los 40 metros de altura, propició que el Gobierno de Canarias designase oficialmente al pino canario símbolo vegetal de la isla.
De intenso color acaramelado, presenta un duramen (su parte más antigua) y una albura (la sección más joven) perfectamente diferenciados. Se trata de una madera muy pesada y dura, de estructura homogénea y grano muy fino, ideal para la fábrica de techumbres y sollados, vigas y tableros, puertas y ventanas… especialmente de exterior, que, estoicas, ha sabido soportar la acción del sol, de la lluvia y del hombre. La preferencia de su uso en las antiguas construcciones de La Palma responde a su extraordinaria calidad y penetrante aroma… Una madera que resiste con heroicidad la tan temida codicia de los insectos xilófagos: termitas, capricornios, carcomas y líctidos luchan en vano al tratar de perforar la tea.
Otro aspecto que llama poderosamente la atención es el engaño a los sentidos que se descubre al penetrar en el patio. La casa, de dos plantas por su fachada principal, juega en su interior a una partida de miedo al vacío en una metamorfosis increíble capaz de multiplicar por dos el número de pisos por el costado. Así, hasta cuatro plantas se divisan hacia el poniente. La sorpresa definitiva se sucederá cuando el visitante se acerque hasta el jardín, donde volverá a subir dos pisos más hasta desembocar en la vía pública paralela a O’Daly por el oeste. Nos referimos a la calle Virgen de la Luz, que corre pareja por un nivel superior de varios metros de altura. Estas características de la orografía —tachada de «infernal» en alguna ocasión—, estos saltos imprevistos de un plano a otro, han sido sorteados con astucia por el palmero, quien ha sabido ganar un pulso a la naturaleza, adaptando a un medio hostil las construcciones arquitectónicas. Acostumbrados los insulares a estos declives, serán los viajeros extranjeros quienes mejor comprendan esta singularidad, puesta de relieve en sus libros y crónicas; en 1883, por ejemplo, la fotógrafa británica Olivia Stone escribe en su guía Tenerife y sus seis satélites a raíz de su visita a una de estas casas:
«Para llegar hasta el jardín, que fue lo siguiente que nos pidieron que viésemos, tuvimos que subir al piso alto. Era muy curioso que nos llevaran casi hasta la parte alta de la casa, para luego salir al jardín a través de una puerta. Esta casa está situada en una de las pendientes más inclinadas de la Ciudad. El jardín se encuentra cerca del tejado, donde el suelo es menos pendiente, pero incluso allí tiene que disponerse en bancales. Se entra al piso bajo por una calle, pero la puerta de salida, por la parte superior del jardín, da a otra, a pesar de que la distancia real que se recorre es muy corta, aunque muy empinada».
Las habitaciones de la primera planta son cuartos destinados en su día a albergar las moradas del servicio doméstico o a funcionar como almacenes y oficinas de gestión. En su ornamentación, destacan los marcos de piedra de toba rojiza en ventanas y puertas. Piedra que volvemos a ver en algunas columnas que sostienen la galería de la segunda planta.
[Subimos las escaleras que conducen a la segunda planta y entramos en la primera sala a la izquierda]
En la segunda planta de la vivienda, se hallaban el salón principal de la casa, que permitía obtener una panorámica de cuantos acontecimientos ocurrían en la calle O’Daly, alcobas o dormitorios, situados al medio, comedor y cocina, a través de la cual se accede a la tercera planta.
En los siglos XVII y XVIII, durante la posesión de la casa por el matrimonio Salazar-Sotomayor y sus herederos, el salón principal se hallaba dividido en dos estancias: entrando a la derecha se agrupaban los hombres y, a la izquierda, lo hacían las mujeres, separados por una línea imaginaria; en el plano físico, la sección femenina se diferenciaba del resto por medio de un entarimado de unos pocos centímetros que elevaba ligeramente la estancia. De ahí que recibiese la denominación de estrado. Desde la ventana de celosía que mira hacia la escalera, la señora de la casa, doña Leonor de Sotomayor, controlaba el ritmo de los trabajos en la planta baja, donde se hallaba el servicio en sus quehaceres: los mandaderos entrando y saliendo para hacer las gestiones de la calle, las criadas enfrascadas en la limpieza, las ayudantes de cocina subiendo a la segunda planta el vino de mesa o los productos de la huerta para adelantar la preparación de las comidas… La ventana de celosía es una herencia más de la cultura mudéjar que arribó a Canarias tras la conquista. Concebidas para mirar sin que las observadoras fuesen vistas, constituyen, ante todo, un escaparate, pero también una máscara que dotó a las amas de antaño de un poder absoluto sobre el curso del hogar, un poder ejercido siempre desde una posición de digna discreción.
En el salón actual destaca la copia de las hojas de la puerta principal, talladas finamente por ebanistas modernos, que reprodujeron las originales: decoración vegetal y, al centro, los escudos de la familia: Salazar a un lado y Sotomayor a otro. Por encima, mirando a lo alto, el ojo menos impresionable cede al señorío de la madera: la techumbre conserva aún la original armadura de estilo mudéjar.
Durante el siglo XVII, en las paredes del salón colgaban dos espejos grandes de guarnición negra, cuatro láminas plateadas y varias pinturas sobre lienzo: la Santa Cena, la Presentación de la cabeza del Bautista y otros 20 cuadros medianos más con distintas advocaciones. El mobiliario se componía de 17 sillas de brazo, 24 taburetes, dos bufetes y cuatro escritorios.
[Accedemos a la cocina a través del corredor y subimos las escaleras]
Un simple vistazo basta para apreciar de entrada las diferencias en los acabados de las paredes y de los peldaños de la escalera en esta parte de la vivienda. Por motivos de seguridad y conservación, hoy en día, este sector se encuentra recubierto, facilitando su aislamiento de los agentes medioambientales: el sol, el agua de la lluvia, el viento… Pero en el pasado, como zona exterior, estaba a la intemperie, lo que explica la presencia de materiales menos trabajados. Al terminar la escalera, descubrimos, de frente, la antigua atarjea o arcaduz de paso para el cañón y medio de agua con el que se abastecían las necesidades de la casa desde 1643.
Por la derecha accedemos al granero, de dos plantas, donde se almacenaban los cereales, legumbres y frutos secos desde su recolección hacia el verano hasta su consumo en la primavera del siguiente año. De gran amplitud y dotadas de puertas con ventanas de ventilación, son habitaciones altas, con acceso entre uno y otro piso a través de una escalera de madera de dos tramos. La pavimentación está conformada mediante la disposición, en paralelo, de tablas de tea, que propician la conservación de los granos, aislados, a su vez, en baúles, también de tea, llamados cajas. Maíz (o millo), trigo, centeno, cebada, garbanzos, habas, judías, altramuces (o chochos), guisantes (o arbejas), almendras e higos pasados conformaban una buena porción de la dieta cotidiana en La Palma durante los siglos XVI, XVII y XVIII. La completaban las salazones de pescado y carnes, también reservadas en los graneros.
[Accedemos al jardín por la escalera de la derecha]
El jardín actual se halla dividido en dos parcelas por una tapia de bloque de cemento. En su origen, la propiedad, compuesta por una casa y solar anexo, fue comprada por 1.000 reales por don Miguel de Abréu y Rexe para su hija, Francisca de Abreu, mujer de Pedro Salazar de Frías, hijo de don Ventura Salazar, quienes procedieron a acomodar un amplio espacio ajardinado.
El jardín se articula a través de una primera planta cuadrangular con puerta de salida a la calle Viera. Es la parte más llana del jardín, pues hacia el costado, asciende a través de una escalinata de piedra a cuyos lados se alojan los taludes de tierra, donde se plantan los árboles, flores y arbustos que componen este espacio, diseñado para el ocio y el contacto con la naturaleza. En la última planta se encuentra la cerca con portón hacia la calle Virgen de la Luz. «Se pasan ratos de solaz —escribía en 1862 el aridanense Benigno Carballo Wangüemert— en algunas de las huertas y jardines, sembrados en medio del caserío, tanto porque la vegetación es magnífica, ofreciendo árboles y plantas de un verdor y lozanía admirables, como porque su feliz y elevada situación
proporciona vistas muy agradables».
Como todo huerto palmero, no faltaron en el jardín de Salazar las hierbas aromáticas y medicinales. Entre las primeras, el perejil y la hortelana, la albahaca y el cilantro, siempre fresco para la elaboración de los mojos que acompañan el pescado. De las plantas curativas, destacan: el toronjil, para calmar los nervios; la ruda, de notable amargor, que combate las afecciones estomacales; la ratonera, útil como anti-inflamatorio del riñón; el digestivo poleo; y, cómo no, la americana pita savia o aloe vera, de múltiples virtudes.
En este especial han colaborado:
María Victoria Hernández Pérez Consejera de Cultura del Cabildo Insular de La Palma. Victor Correa Hernández Concejalía de Turismo y Patrimonio Histórico Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma.Servicio de Patrimonio Histórico-Teatro Chico Municipal
Calle Pérez Volcán, 7 — 38700 Santa Cruz de La Palma
922 413 015 || 629 634 597
patrimoniohistorico@santacruzdelapalma.es
Interesante la biografía sobre el Palacio Salazar en S/C de La Palma,pero no habla de cómo fue adquirido y de quièn era cuando la compraron.Creo que quien mejor sabe de esto es el Sr. Fidio (el de la librería),ya que él vivió en esa casa ,era de su padre.