2 de Agosto de 2011.
LA VIRGEN DE LAS NIEVES Y ALGUNOS DE SUS PRODIGIOS MENOS CONOCIDOS.
José Guillermo Rodríguez Escudero
Invocada orgullosamente como Patrona de la Isla, el culto a la venerada y amada “Virgen Negra de La Palma” -“tierna y enigmática escultura”- es el denominador común que aúna a todos los estratos sociales y su Real Santuario, a través de los tiempos, se ha erigido como el principal centro devocional palmero. El Licenciado Pinto de Guisla así lo mencionaba en 1681: “su ermita era el primero y principal santuario de esta ysla, que la tiene por patrona y en las necesidades más urgentes, así publicas como particulares, se recurre a él por el remedio y quando instan las públicas se llevan a la santa ymagen a la ciudad, donde se le da muy decente culto, recibiéndola con la mayor autoridad y deboción que se puede…”.
También el alcalde Lorenzo Rodríguez deja constancia el 7 de mayo de 1653 de cómo las casas que están destinadas al alojamiento de los romeros en los aledaños de la ermita de la Virgen de Las Nieves quedaron pequeñas para albergar al gran concurso de gentes de toda la Isla, “por ser esta Santa Imagen el amparo de toda esta isla y de sus moradores y las continuas obras milagrosas que hace Dios Nuestro Señor por su intercesión”.
Curiosamente, en 1680 la beata María de San José Noguera tuvo la revelación de que la escultura de la Virgen de Las Nieves había sido formada por los ángeles del cielo de “la columna en que fue azotado el Señor”.
Esta universal devoción del pueblo palmero ha sido invocada desde tiempo inmemorial en toda clase de conflictos, motivados tanto por erupciones de volcanes, falta de lluvias, inundaciones, plagas de langosta, epidemias, guerras y correrías. La imagen morena ha sido llevada solemnemente en rogativas a todos los municipios, recorriendo la Isla entera. El pueblo memorión no olvida aquellos milagros que, desde su niñez, le contaron. Nos lo relata Viera y Clavijo en 1776: “de la cueva en que se recogió toda una procesión de trescientas personas, no siendo capaz de contener cincuenta; la lámpara que, en una penuria de aceite, ardió incesantemente y aún rebosó; la nieve que cubrió el volcán de Tigalate en 1646; el otro volcán de 1711 que, a vista de la imagen, se extinguió; el incendio de la ciudad, el 25 de abril de 1770, que habiendo empezado al tiempo que se retiraba la procesión a su santuario y llevando catorce casas consumidas, se fue apagando desde que retrocedió con la imagen el devoto pueblo…”
Esos mismos prodigios fueron relatados por Verneau tras su estancia en La Palma. Informaba también de que “a una corta distancia se encuentra el santuario de Nuestra Señora de Las Nieves. Se dice que ya existía en este lugar una pequeña iglesia antes de que la conquista de la isla fuese terminada. Hoy, gracias a la generosidad de los fieles, la estatua tiene un templo más decente y está cubierta de joyas de un valor aproximado a 10.000 francos. De esta manera, ella no se ha mostrado ingrata y ha pagado con milagros las privaciones que se han impuesto sus adoradores…”
El franciscano Fray Diego Henríquez, en 1714, después de relatar algunos prodigios de “la milagrosa imagen de Nuestra Señora de Las Nieves, de quien la Palma se halla favorecida y patrocinada aquella isla”, recuerda cómo “las otras maravillas y beneficio desta prodigiosa imagen, los tullidos, baldados y las otras enfermedades que ha sanado; los despeñados y naufragios de que ha librado; los conflictos y necesidades que ha remediado a los que han implorado su favor y auxilio, las dicen más bien las muletas, pedaços de maromas, cuerdas, pinturas y demas instrumentos que en su iglesia se miran para eterna memoria colocados en las paredes, sin los muchos que se quedan en el olvido sepultados”.
En la Pandecta del Obispo Fray Joaquín de Herrera en 1782 se determinaba que si “aconteciere que la vajada de esta milagrosa Ymagen fuere en rogativa, se hará la señal como tal, sin repiques y viniendo procecionalmente, con la letanía de los santos, llegando al Puente inmediato a la Parroquia, sesarán las rogativas (y) se entonará el Te Deum, entrando en la Iglesia con repique y colocada en su trono la Señora, se hará la rogación”.
Los milagros recogidos por Fray Diego Henríquez son dieciséis narraciones cortas que describen –en palabras del profesor palmero Pérez Morera- “de modo cándido y tierno, prodigios sobrenaturales (la lámpara que ardía incesantemente; los cascotes de artillería que no dañaron a nadie en el recibimiento de su segunda bajada; el gesto mudado de la imagen al ser desvestida en presencia de hombres); accidentes (la niña despeñada por un barranco), curaciones de desahuciados; mudos que recuperan el habla (Gaspar el esclavo) y ciegos que recuperan la vista (el mendigo Román); ataques piráticos (amenaza de invasión argelina; batalla naval entre turcos y cristianos; cautiverio en Argel) y catástrofes naturales (volcanes de 1646 y 1712; sequía de 1703), etc.”
Un suceso muy famoso fue el del la niña Margarita de las Nieves Estrella, hija de Alonso Hernández y Francisca Luis (casados en Puntallana el 28 de octubre de 1619). Cuando jugaba con otros niños, se despeñó por un risco muy alto (“de más de treinta brazas”). El terrible incidente fue presenciado por los desconsolados padres que gritaron el nombre de la Virgen de Las Nieves invocando su auxilio. “Baxaron al valle a recoger los pedazos del tierno cuerpo para darle sepultura, y hallaron a la niña sentada viva y sin lesión alguna”. Los padres no dieron crédito a la escena y la niña relató cómo una señora vestida de blanco la había recibido en sus brazos y la había librado de todo daño. La afortunada familia ofreció en agradecimiento, tras medir el alto del despeñadero, “una línea de cordel que, con el debido hazimiento de gracias para eterna memoria de tan gran misericordia, colocaron a lo largo de la pared de la iglesia”. Se cuenta que se tuvo que doblar varias veces, lo que da una idea de la altura del risco. Sirvieron después de ermitaños del santuario, como muestra de agradecimiento a la Virgen.
“A otros muchos despeñados de los muchos y grandes despeñaderos de toda la isla, por ser muy alta, de muy profundos valles y barrancos, y de muy peligrosos caminos, ha librado esta milagrosa reyna, cuya auxilio han implorado en sus tribulaciones, como lo dicen las diferentes cuerdas, medidas de los despeñaderos, que se ven en las paredes del templo por signos y perpetuos testigos de los milagros”.
Un “pardo” llamado Gaspar, esclavo del capitán Gaspar de Olivares Maldonado –alguacil mayor del Santo Oficio muerto en 1683- perdió la voz repentinamente después de un ataque. Y “como quién no ignoraba las maravillosas clemencias desta soberana reyna, y los milagros desta santa imagen, acudió luego a su casa de tan precioso patrocinio”. Las crónicas decían que, imploraba ante la Virgen “con humilde corazón y devotas súplicas, en medio de las quales rompió la voz, llamando a Nuestra Señora y pronunciando su dulce nombre”. Maravillado, el afortunado hombre repetía gritando el nombre de María de Las Nieves a todos aquellos peregrinos con los que tropezaba de regreso a la ciudad.
De entre todos los prodigios y milagros, tal vez sea éste, uno de los más originales. Se cuenta que el palmero Pedro Escobar Pereira (1617-1673) (Visitador General de La Palma, La Gomera y El Hierro; racionero, canónigo, tesorero, chantre y arcediano de la Catedral de Las Palmas y Obispo Electo de Puerto Rico, etc.) trajo de la Península una magnífica tela para confeccionar un vestido para la Virgen de Las Nieves. Con toda solemnidad acudió al Santuario con toda su familia para ser testigos del cambio de ropajes a la sagrada imagen. Las camareras habían empezado a despojarla del que tenía para colocarle el de don Pedro, cuando “torció la imagen el rostro hazia un lado, ademán que suspendió las manos a las mugeres y los sentidos a todos los circunstantes”. El narrador continuaba: “y en medio del asombro, ocurrio les que aquel ademán parecía efecto o enigma del virgíneo pudor, y que no gustava se despojase su imagen en presencia de hombres la que de muy pura se turbó a la presencia del ángel”.
Una vez se invitó a todos los caballeros a que abandonasen la estancia, “volvió la sacra imagen a destorcer la cabeza”. Las doncellas, atónitas, no daban crédito a lo ocurrido. Temblorosas aún, pudieron terminar de colocar el nuevo traje. Fue entonces cuando se permitió entrar a los señores que, todavía impresionados, presentaron sus respetos ante la “Gran Señora de La Palma”.
Antes de que el doctor palmero Juan Méndez fuese canónigo de la Catedral de Canaria, fue apresado por un navío de turcos y conducido cautivo a Argel. A tal vejación fue expuesto y de tantas atrocidades fue testigo, que temía por su vida. Por ello “recurrió a la protectora de su isla, puso en las manos de su poderosa clemencia su angustiado corazón, encomendó su necessidad a esta señora de Las Nieves, en quien tuvo firme la esperanza de su remedio”. Milagrosamente consiguió su libertad y a su llegada a La Palma y acudir al santuario a rendir pleitesía ante la Patrona, le ofrendó un lienzo que se colgó en la capilla mayor “de la yglesia desta milagrosa señora”.
Se cuenta que, en una de las Bajadas Lustrales, un viejo mendigo llamado Román “tan privado de la vista que no podía ir a parte alguna si no le llevavan de la mano”, pidió que lo llevaran ante la “santa reliquia”. Cuando le dijeron que ya estaba ante Ella, “con su natural sencillez y llanesa de palabras, cantava sus elogios a la celestial señora, con tan fervoroso afecto y devotos ademanes, que movía a los demás y los encendía en fervor”. De esa manera fue llevado durante varios días hasta que, en una ocasión, cuando la Virgen se hallaba en la procesión que se le tributaba tras la solemne función diaria, de repente, “se halló en un instante con su perfecta vista, causando en los allí presentes más estupendo éxtasi que causó aquel tullido a quien sanó San Pedro, quando entró por el templo saltando de contento”. De esa manera le vino la vista y la conservó todo el tiempo que vivió, siendo “a todos los que antes le conocieron sin ella, testigo de vista de ojos del prodigio”.
HENRÍQUEZ fray Diego. Verdadera fortuna de las Canarias y Breue noticia de la milagrosa imagen de Nuestra Señora del Pino de Gran Canaria. [Ms.]. Las Palmas de Gran Canaria, 1714
LORENZO RODRÍGUEZ, Juan B. Noticias para la Historia de La Palma, La Laguna- Santa Cruz de La Palma, t. I y II, 1975 y 1997.
PÉREZ MORERA, Jesús. «De la Nieve de María: los milagros de la Virgen según fray Diego Henríquez (1714)». En: Festejos públicos que tuvieron lugar en la ciudad de La Palma, con motivo de la bajada de Nuestra Señora de Las Nieves verificada el 1º de febrero de 1845, Patronato Municipal de la Bajada de la Virgen, 2005
RÉGULO PÉREZ, J. «Antigüedad del culto a la Virgen de Las Nieves», Diario de Avisos, (21 de junio de 1970)
VERNEAU, R. Cinco años de estancia en las Islas Canarias, La Laguna, 1981
VIERA Y CLAVIJO, A. Noticias de la Historia General de las Islas Canarias, Santa Cruz de Tenerife, t. I y II, 1982
viva La Palma, la virgen de las nieves y los palmeros
Felicidades Jose, como siempre un artículo precioso, viva la virgen de las nieves
¡Versad! campanas ¡tocad!
Blanca Paloma de Aurora
Viola Palmenis Señora
madre palmera en bondad
mi ancestral divinidad
entre el barranco y la orilla
décima postra plumilla
a tu planta rebugada
permiso pido a abogada
candela de mi cerilla.